Oriente Próximo: la comprensión del conflicto
Estos días, también algunos defensores acérrimos de la política belicista de Netanyahu argumentan que hay que ser israelí de pleno derecho para comprender el conflicto de Oriente Próximo y opinar sobre él, como si no hubiera entre los propios ciudadanos de Israel más posición política que la del primer ministro. Y el Estado judío organiza proyecciones para periodistas europeos con el fin de que presencien las atrocidades de Hamás en el kibutz, de que entiendan el problema igual que si vivieran en su epicentro.
Son vídeos trabajados desde diversas perspectivas: la de los terroristas, la de las víctimas y la de las cámaras de seguridad. Se trata, claro, de concienciar a quienes gozan de cierta influencia mediática de que una operación militar contundente no solo es justificable, sino necesaria. Y, por lo que he leído, se consigue.
Cuando uno visiona esos vídeos tan duros se puede entender perfectamente un afán de venganza; se puede comprender la pulsión de Netanyahu. Pero también se comprende el odio palestino, demasiado bien, cuando vemos en televisión a esos padres de Gaza con los cadáveres de sus niños en brazos tras un nuevo bombardeo o, simplemente, cuando leemos las últimas cifras escalofriantes: 10.000 civiles palestinos muertos; de ellos, 4.000 niños. Cuando uno ve, escucha y lee tanto horror, lo comprende todo. Es decir, no comprende nada.