¿Quo vadis, Europa?
En definitiva, es llevar el artículo 42.7 de la Constitución Europea a sus condiciones de posibilidad abarcando a todos los países y a todas las situaciones. Es dejar atrás el estado nación westfaliano de hace casi cuatrocientos años. O la seguridad colectiva abarca todos los aspectos de la seguridad o no habrá tal. Mientras un solo país considere que tiene necesidades de seguridad que pueden no ser atendidos por el conjunto prevalecerá la concepción de seguridad dentro de la soberanía nacional y será imposible la unión efectiva. Corolario: debilidad, fragilidad, egoísmo e ineficiencia.
Evidentemente, todo lo anterior no se logra únicamente a través de la creación de la nueva figura del Comisario de Defensa dentro de la Comisión, según la propuesta de la actual presidenta y candidata a presidirla de nuevo Ursula Van der Leyen. Si de verdad se pretendiese ese impulso de renovación que necesariamente abarcará todos los campos, lo que procedería es sacar el debate del ámbito electoral y centrarlo en el Consejo Europeo donde los jefes de estado y de gobierno toman las decisiones trascendentales para el futuro de la Unión. Será ahí o no será donde se dé un impulso decidido a la resolución de los egoísmos nacionales que constituyen la principal traba para progresar, entre otros temas, en una seguridad común con una defensa unificada.
Entretanto, cabría preguntar a nuestros gobernantes y representantes, como hizo Cicerón a Catilina, ¿Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? Mañana empieza hoy, no es cuestión de dilatar las decisiones no vaya a ser que nos ocurra como a los bizantinos, a los que sorprendió la toma de Constantinopla por los otomanos mientras dirimían tan trascendental materia como es el sexo de los ángeles.