Convierten en museo el campo de concentración nazi que fue escenario de ‘La lista de Schindler’
La “Casa Gris”
Esta vivienda permaneció cerrada y a la espera de un comprador hasta hace pocos años, cuando un arquitecto de Cracovia la adquirió y se instaló allí con su familia a pesar de las protestas de agrupaciones judías que le pedían que la convirtiese en un museo. Los terrenos que ahora podrán ser visitados y conocidos gracias a paneles explicativos y recorridos guiados estuvieron a punto de caer en manos de la especulación inmobiliaria y, debido a su vegetación exuberante, eran un lugar de esparcimientos habitual para los vecinos, que hacían deporte o paseaban al perro entre las lápidas resquebrajadas de los antiguos cementerios que había en el campo.
El alcalde de Cracovia, Jacek Majchrowski, que ha regido Cracovia durante décadas, considera el museo como su legado y decidió finalmente concluir el proyecto para evitar futuros planes de urbanización por parte de su sucesor.
Al otro lado de la carretera de entrada al campo se levanta Bonarka, uno de los mayores centros comerciales de Polonia, y en el perímetro de Plaszów está el cráter de 400 metros de diámetro que dejó la cantera de granito donde trabajaron miles de prisioneros. Se cree que aún permanecen diseminados los restos de unas 10.000 personas en este lugar y hasta hace poco no era raro encontrar huesos semienterrados o restos de quienes dejaron su vida en Plaszów.
La restauración del campo
Tras el cuidadoso trabajo de restauración, ahora es posible visitar lugares como la llamada “colina de los idiotas”, un altozano destinado a fusilar a las personas que serían arrojadas en la inmensa fosa común situada a solo unos metros. Las condiciones de trabajo y el régimen de terror impuesto por Goeth eran tales que ni siquiera se construyeron letrinas para mujeres o niños, pues habitualmente morían a los pocos días de su internamiento y ni siquiera recibían la ración completa de un litro de sopa al día y un kilo y medio de pan por semana asignado a cada prisionero.
A pesar de que Goeth mandó destruir todos los barracones y enterrar las herramientas del campo, así como quemar todos los papeles que le pudiesen inculpar, no se salvó de ser ahorcado tras un juicio muy cerca del lugar donde había exterminado a tantos inocentes. Ada Abrahamer, una de las escasas supervivientes de Plaszów, dejó escrito su testimonio de coraje, que fue leído durante la ceremonia de apertura del museo: “es extraño cómo los fuertes tuvieron que rendirse y los débiles, que nunca pensaron que iban a resistir, terminaron siendo aún más fuertes”.